Cuenten los minutos a través de un halo de luz.
Cuenten las melodías, los años, los días,
los versos que escriben mis uñas mordidas
en el crepúsculo ferviente de un ataúd.
Sacudan los vientos de la memoria,
oficien de poetas y vagos santos,
que la vida es puro llanto
jactado de vanagloria.
Y llegarán a la conclusión,
con un ápice de remordimiento,
de que alguna vez perderán la razón
por creer que existe el tiempo.