mis pinceles

23.2.11

La piel constante

Siempre con prisas. Resolviendo.
Vomitando horas insípidas.
La piel constante no consta en acta.
Aunque sea siempre la misma.
Esta imaginación ahogada
ya no cabe en la papelera.
Los bolígrafos sin tinta se amontonan
en la mesilla de noche.
Sopla el viento la pluma del poeta,
agonizando.
El viento sopla y padece de asma.
Las paredes se van de la lengua, blasfeman.
Pienso en los árboles talados
cuando garabateo los folios.
Y la muy puta metáfora perfecta
se esconde.
Como la piel constante que no consta
pero que toco.

11.2.11

Un intenso segundo

Reconozco tus dientes amarillos a lo lejos.
Corro a por ellos. Los saboreo.
Me empalago con tu saliva.
Esnifo ese perfume que desprende tu boca.
Te relamo los labios, me deleito.
No hay nada más. Sólo tu boca, tu beso,
el salitre profundo de agua estancada,
ese oleaje infinito llamado lengua.
Diviso el horizonte de tu garganta
mientras gimes.
Me postro en la acera de tu encía
y me penetras con el aliento de tu furia
en ese mar. Y me adentro.
Sangra la humedad, agotada.
Tus dientes amarillos se esconden a lo lejos.
Y me alejo, insípidamente insípida,
alargando el frágil recuerdo 
de este intenso segundo.