No pueden contar con nosotros las horas.
No pueden derrumbarnos.
Somos más que eso. Más que dos siluetas
en una cama profana, en unas sábanas ya sucias
mojadas por la muchedumbre fría
que una vez
recorrió nuestros viejos cuerpos.
Pese a todo, el tiempo deshoja sentimientos,
vacíos de ausencia, olvidados en el recuerdo.
Pero somos más que eso. Más que el tibio aroma
que desprenden las calles vacías de sombras
en el otoñal perfume
de la diminuta inmensidad del mundo.
de la diminuta inmensidad del mundo.
¡Somos más que dos brasas ardientes
incapaces de luchar contra las chispas del sigilo
de nuestra indiferencia!
Somos más que una soledad en compañía
donde todo fluye intenso,
donde te resguardo
de esta muerte transitoria,
cosecha del gemido final de este cuento de hadas.