mis pinceles

21.10.25

Reflexiones

 

Conozco a varios que no se pierden ni una misa de domingo. No porque crean en Dios, sino por miedo a que Dios no crea en ellos. Una sotana perdona sus pecados en nombre del altísimo. Una semana más para seguir siendo hijos de puta. Hasta el domingo siguiente cuando, con cabeza gacha, hacen fila india para redimirse de nuevo con hostia en paladar y cuatro canciones armoniosas. Son hijos de puta, pero como Dios manda.

       *

Ausencia de abstractos alrededor de una candela. Vacío que tirita y me impregna de falsa pluma. Contar hasta diez en números romanos para solo acabar con pesadillas. Descalzarse hasta el estornudo. Dedicarle unos versos a esa yo de hace años y decirle que el tiempo sana. Lento.

                                                                                      *

Y el tiempo se ralentiza cuanto más te lames las heridas. Cuando piensas en esas bifurcaciones                                     

                                                                                    que no tomaste.

Ese tiempo que piso

Pena

bordado de asfalto.

Penita, pena.

                                                                                    *

La rama no cae de ese limonero. Ahí pasa las estaciones, en cambiante quietud, a expensas de lo que depare el cielo. La rama no cae de ese limonero. Brota azahar, pare limón y el grito de quién me ha robado el mes de Abril de un cigarro mal apagado la funde con el olvido. La rama cae de un limonero que muere y la vida parece seguir igual. Solo es ceniza que el viento esparce por el mundo.

                                                                                    *

Entiendo por qué Dios es tan necesario. Es tan difícil rezar al aire y tan fácil pensar que te han oído. Quizá a la inversa. Al fin y al cabo, alguien tiene que oír. Un infinito que desconocemos y llenamos de experiencias propias que consideramos universales. Un Dios de página en blanco, de cajón de mesita de noche y al que solo damos uso cuando la palabra no es suficiente. O una Diosa que nos acune, que nos vista de domingo para recoger margaritas por el campo una mañana soleada de invierno. Y por las noches nos abrigue, con coralina y beso en la frente, con cuentos sin moraleja, impresionistas..

 

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